Fotografía Analógica.
A pesar de la magia que desprende la fotografía química, se trata de una práctica cada vez menos frecuente. Con la llegada de la fotografía digital, los laboratorios se han llenado de tarjetas de memoria, marcos digitales, fotomontajes, retoques con Photoshop y posibilidad de estampar las imágenes en tazas, camisetas, puzzles, llaveros y un sinfín de objetos. La digital tiene ventajas: después de la inversión inicial no hay más costes a la hora de hacer capturas, y casi no hay límites. Pero las imágenes al final se quedan para siempre en el ordenador, y pocos usuarios mantienen la costumbre de guardar los recuerdos en álbumes de fotografías.
La maravillosa sensación del proceso de revelado con lo analógico. Meter el papel en el líquido y ver cómo la imagen se formaba era casi como asistir a un parto natural, era poético y fruto de desilusiones o gratas sorpresas al descubrir por vez primera tus fotos.
O de igual forma al recoger el sobre con ellas y abrirlo en el instante para ir disfrutando del resultado.